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segunda-feira, 20 de janeiro de 2014

El miedo de ser feliz




Hoy he decidido hablar de la dificultad de ser feliz.
Algunas personas creen que no se puede ser feliz porque el miedo y la incertidumbre nos acompañan, la violencia nos aprisiona, la ingratitud nos deprime, la traición nos desuela y la falta de dinero nos limita. Pero, mientras que algunos piensan así, otros disfrutan y se divierten como pueden.
Ríen, pasean, trabajan, van de compras y creen que la vida es maravillosa.
¿Qué os hace diferentes? Es el deseo de ser feliz!
Todos los días nos encontramos con personas en dificultades, sufridas, que ansían por una perfección neurótica, enmarcada en los patrones que no se armonizan con las exigencias y las expectativas del otro. Un sentimiento que bloquea nuestras acciones, porque siempre estamos queriendo hacer cosas y controlar el máximo todo que nos rodea para nos disgustar lo mínimo posible. Pero la sensación de que no nos aceptan es permanente, aunque nos esforcemos, y en este deseo omnipotente de control nos tornamos exigentes e intolerantes.
Pasamos  a  nos irritar con el comportamiento de los demás sin darnos cuenta de que lo que nos irrita es precisamente aquello que tratamos de ocultar en nosotros mismos.
Pero ¿por qué estamos siempre pegados a la negatividad?
Porque tenemos tanto miedo de ser feliz cuanto de sufrir. 
Pensar en el mal hace que, como por magia, alejemos de nosotros el peligro y ocultemos nuestros ideales para mantenerlos protegidos.
Esas son creencias que hemos adquirido aún muy pequeños, cuando se nos enseñaran que siempre debemos estar vigilantes porque estamos a merced de la envidia y de la rabia de nuestros enemigos. Por un lado este tipo de pensamiento es un bálsamo para nuestro orgullo, después de todo, si algo sale mal, sólo tenemos que mirar a la vuelta y buscar un chivo expiatorio.
Pero eso no aplaca nuestra angustia.
Para obtener un culpable causamos en nosotros el sentimiento de rechazo: si nos hacen daño es porque no somos amados y, así, se queda cada vez más difícil vivir en este mundo hostil que creamos. Eso me lleva a recordar  una historia que oí.
Cuentan que en la entrada de un pequeño pueblo había un viejo que estaba siempre sentado observando el paisaje y prestando informaciones a los conductores que pasaban por allí. Un día se le acercó una pareja que quería saber cómo era el pueblo, pues pretendían vivir allí. El hombre pensó y les preguntó: “¿Cómo es el lugar de dónde vienen? A lo que respondió el conductor, " por desgracia es una ciudad fea, sucia, la gente es incapaz de amar y respetar a los demás, va a ser un alivio salir de allí”.
El viejo se rascó la cabeza y respondió: " Yo creo que no te gustará vivir aquí. Todo lo que quieren dejar atrás es lo que encontrarán.
Pocos días después, otra familia y una vez más al viejo se hacen la misma pregunta. El anciano cuestiona los visitantes cuanto la ciudad de donde provienen y escucha: “Oh , mi ciudad es maravillosa. Conocemos a mucha gente y tenemos muchos amigos. Echaremos de menos..." Al oír esto, el viejo abre una gran sonrisa y dice "bienvenidos, ustedes serán muy felices aquí. Este pueblo es limpio y acogedor. "
Un joven que había escuchado ambas conversaciones preguntó, confundido, al anciano: “¿Cómo puede ser eso? A un usted ha dicho que el pueblo era malo y para el otro que es una maravilla...“
El anciano en voz baja respondió: " Yo no mentí, ni fue contradictorio. Cada uno de los hombres que me han acercado tendrá de la ciudad la misma visión del mundo que lleva dentro de sí mismo”.
Bueno, mis amigos, cada uno de nosotros ve la vida con los colores que lleva. El problema es que siempre estamos buscando la combinación perfecta, la orden perfecta, la persona perfecta, un mundo sin defectos, lleno de historias con finales felices, cuando se necesita para ser feliz simplemente vivir un día a la vez, en la sencillez que la vida nos ofrece.

Gracias por venir a mi blog.